La escucha es el primer requisito para que haya diálogo y una comunicación verdadera. Muchas veces, incluso, quien tiene un oído perfecto no consigue escuchar a los demás.
Por Enrique García Romero. 10 mayo, 2022.Esto puede ocurrir porque “la escucha no tiene que ver solamente con el sentido del oído, sino con toda la persona. La verdadera sede de la escucha es el corazón”, dice el Papa en su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.
Desde el punto de vista del periodismo, para ofrecer información fiable y completa, es necesario escuchar a varias fuentes, no conformarse con lo primero que encontremos; y, escuchar con la disposición de cambiar de opinión, de modificar las propias hipótesis de partida.
Pienso ahora en un amigo mío, Jordi, que lleva muchos años trabajando como periodista en diversos medios de comunicación. Tiene una gran capacidad de escucha y se documenta muy bien antes de escribir un reportaje o noticia. Pregunta a unos y otros y a todos escucha con interés; y, el resultado son textos periodísticos de calidad, con fundamento y conocimiento de causa.
La escucha requiere de la virtud de la paciencia, dejar a un lado las prisas y ser capaz de dejarse sorprender por las razones del otro. Solo la capacidad de asombro y la humildad permiten el conocimiento. Quien piensa que ya lo sabe todo no escucha ni aprende. Por eso, los niños aprenden tanto, por su capacidad de asombro y de mirar el mundo con los ojos bien abiertos.
A veces, los adultos no nos comunicamos, sino que esperamos que el otro termine de hablar, para luego tratar de imponer nuestro punto de vista. En cambio, “en la verdadera comunicación, tanto el tú como el yo están en salida, tienden el uno hacia el otro”, en palabras del Papa. Este sería el camino para resolver muchos conflictos y mejorar tantos ambientes familiares, laborales y sociales donde falta comunicación.
Para escuchar de verdad, en muchas ocasiones, será necesario salir al encuentro de las personas. No bastará con un mensaje de WhatsApp, por redes sociales o una llamada, sino una conversación personal, cara a cara, para hacerse cargo de la situación de la otra persona, y escuchar también a través de su lenguaje no verbal, de sus gestos, miradas o silencios.
Otros obstáculos para el diálogo son el dar prioridad a quedar bien, y los juicios negativos sobre los interlocutores. En lugar de eso, qué bueno sería ver, al menos, una virtud o mérito en la persona con la que hablamos, pues se facilitaría mucho la comunicación.